Somos campeones. Hoy, casi dos días después de la consecución del título, resulta hasta raro poder afirmarlo. Quizás sea por la inexperiencia de muchos de nosotros en este tema. Nunca habíamos proyectado a la Real Sociedad levantando un título. Toda esa gloria pasada había llegado a nuestros oídos por nuestros abuelos, madres o tíos. Esas hazañas de la generación de los 80. Un equipo irrepetible, o eso creíamos.
Ver a Asier Illarramendi levantar esa Copa del Rey a los cielos de Sevilla es el colofón para toda una generación. La guinda del pastel. Es el premio al trabajo en la sombra, al esfuerzo de todo el organigrama de Zubieta en el día a día. Que aunque viniesen con la billetera a por nuestros canteranos, 16 potrillos les arrebataron una copa. Y no solo de canteranos va la cosa. El pase de Merino, eterno deseado por la directiva zurigorri, filtró una ocasión clara para que Portu, difamado por la parroquia bilbaína por no ser vasco, como otros tantos, provocase el penalti cometido por aquel que nunca se iría al bando rival. Y Mikel Oyarzabal, el quiero y no puedo más claro del Athletic de la era moderna, marcaría el gol que traía la copa de vuelta a Donostia. Esta copa es la consecución de la victoria de los ideales frente a la cartera. El saber qué es el sentimiento de pertenencia a un club, seas de Donostia o de Beniel.
Estos últimos años, la Real ha sabido explotar su idea original de filosofía al máximo, apostando de manera muy fuerte, siempre que se podía, por la cosecha propia. Pero no solo se puede vivir de los de casa y eso aquí lo sabemos bien (y orgullosos que estamos). No me gustaría dejar pasar por alto a gente como Remiro, Carlos Fernández o Adnan Januzaj. Ellos complementan un grupo único, dispuesto a lograr grandes metas.
Como último, pero no por ello menos importante (es más quiero dedicarle un apartado única y exclusivamente a ellos), está la divina trinidad: Jokin Aperribay, Roberto Olabe e Imanol Alguacil. Los arquitectos de un proyecto que, al principio era algo atractivo al ojo ajeno a la Real, y que gracias a ello captó a los Monreal, Silva o Merino para complementarlos con una de las mejores generaciones salidas de Zubieta. El resultado es la consecución de un título 34 años después con 16 canteranos de los 26 jugadores que conforman la primera plantilla.
He resumido todo demasiado, pero es que esta simplificación basta para enseñar la sublime planificación de los últimos años.
Amigo txuri urdin, tú que me estás leyendo, mira hacia el futuro con optimismo. Estamos ante el comienzo de algo grande, no me cabe la menor duda.