En un mundo donde predomina el rojiblanco… resiste el txuriurdin
100 kilómetros de autopista separan dos mundos totalmente antagónicos. A un lado de la carretera, la vida se vive en azul y en blanco. Los niños sueñan con convertirse en Oyarzabal. Los aitonas hablan sobre cómo era la vida cuando existía el viejo campo de Atotxa mientras se preguntan contra quién juega su Real el fin de semana. ¡Aupa Real! Señalan las banderas que colorean la mayoría de los balcones de la ciudad, y de fondo, acompañado de tambores, suena el himno que todo el mundo en Gipuzkoa se sabe de memoria.
Pero al otro lado de la autopista todo es completamente diferente. El rojiblanco inunda el horizonte. Las calles, las casas, las obras, los autobuses… Hasta los semáforos son del Athletic. Cuando acaban las clases, el timbre del colegio se transforma en un infinito grito de ¡Athletic!… que todos los niños responden al unísono ¡Eup! Aquí no hay aitonas, sino aitites, que orgullosos enseñan el carnet del equipo de sus amores. El Athletic no es un simple club en la ciudad del Nervión. Es lo más parecido a la personificación de un estado de ánimo. Un auténtico sentimiento transformado en una vida. Una religión. Y no es exagerado. Si el Athletic pierde, en Bilbao llueve. Y si gana, la ciudad sonríe.
Históricamente, el lado rojiblanco de la autopista ha sido siempre más exitoso que el txuriurdin. El Athletic es más grande en títulos, en masa social, e incluso llega a ser más grande en la forma de vivirlo. La Real es parte de la vida cotidiana gipuzkoana. La vida cotidiana es parte del Athletic en Bizkaia. Pese a las muchas diferencias, en el fondo de la relación entre ambos mundos ha predominado siempre el hermanamiento. Pero no las formas. Durante los años 70, Atotxa y San Mamés rugían como uno, con gritos de Real y Athletic que los aficionados alternaban sin complejos, animando a los dos equipos y celebrando todo lo que les unía y todo por lo que luchaban. Pero la politización del fútbol, los aires de grandeza del lado rojiblanco, y la creciente rivalidad deportiva que habían adquirido los dos equipos en la lucha por títulos, empañaron la relación hasta tal punto de llegar a convertirse casi en enemigos. Las diferencias se hicieron materiales cuando la política de fichajes del Athletic comenzó a imponerse en Zubieta. Cada movimiento de los de Ibaigane en la Real se sentía (y se siente) como una puñalada trapera, y cada jugador que cruza la autopista, se convierte en traidor. Además, con la entrada de los años 90 y 2000, los éxitos de los leones y penurias de los donostiarras dio paso a un abuso de la política, sumado a un trato de desprecio por parte del club bizkaino al gipuzkoano. Para la Real, el Athletic pasó de ser un hermano a un matón de colegio.
La división entre los dos equipos vascos cruzó también al plano del aficionado. Visitar Atotxa o San Mamés sin riesgo a miradas o comentarios increpantes se convirtió en algo casi imposible. En el peor de los casos, incluso te rociaban con orina como gesto de bienvenida a territorio comanche. Eso sí, nunca se ha llegado a traspasar la frontera de la violencia, y en general la relación entre ambas aficiones siempre se ha mantenido ejemplar. Lo que separa la autopista AP-8 es más que el apoyo a dos equipos diferentes. Son dos formas de ver la vida. Dos universos paralelos que conviven y que muchas veces chocan. Pero incluso dentro de estos mundos monopolizados por el txuriurdin y el zurigorri, también viven aquellos que reman a contracorriente, y que por diversas razones de la vida visten de azul donde manda el rojo y gritan Real donde solo se escucha Athletic. Aquellos que viven al otro lado de la autopista que separa San Mamés de Anoeta. Al otro lado de su gente, su música, su sentimiento, su vida. Al otro lado.
Bizkaia Txuriurdin, la resistencia a orillas de San Mamés
En el barrio bilbaíno de Deusto, margen derecha de la ría del Nervión, escondida en un garaje y cerca de unas vistas espectaculares a San Mamés, se encuentra una de las peñas más grandes de la Real: Bizkaia Txuriurdin. Pese a estar en pleno Bilbao, cualquiera con el corazón txuriurdin se sentiría en casa. La persiana que abre el local, reconvertido en minibar, es lo más parecido a viajar en el tiempo. Las paredes se encuentran repletas de fotos del equipo campeón de liga, posters de equipos tan míticos como el del subcampeonato del 2003, el del ascenso de 2010 o el último que jugó Champions en 2013. También adornan la pequeña taberna camisetas firmadas por leyendas del club… Si llevarán a alguien con los ojos vendados hasta allí, pensaría que está en un bar de la Avenida de Madrid. Paraíso realista.

La bandera oficial de la peña junto a los colores de la Real iluminan la entrada principal del txoko
Vivir enfrente de la catedral del fútbol no debe ser fácil, más cuando representa el templo de tu mayor enemigo. Así lo confirman tres miembros del grupo realista. Mauge Barroso, donostiarra residente en Bilbao, afirma que los años del descenso fueron los más difíciles como txuriurdin. “Algunos si que te las metían muy malas, con mucha superioridad”, comenta Mauge. “Esos años sí que fueron duros, vacilaban y lo pasabas muy mal”, destaca Iñigo Arizkorreta, bilbaíno de pura cepa a la par que aficionado de la Real. Roberto Gómez, entrenador de fútbol de Barakaldo e integrante de la peña desde sus inicios, recuerda el fichaje de Iñigo Martínez, en el que asegura que aprovecharon para “burlarse mucho”, pero recuerda que al final “fue llegar y para abajo”. “¡Que vueltas da el fútbol!”, sentencia Mauge.
La convivencia en casa del vecino es todo un reto, más cuando el sentimiento se convierte en una religión, y tú eres parte de la contraria. Ser de la Real en Bilbao es exponerte a burla sí y burla también sobre cantera, sobre Euskadi y los vascos en el fútbol, sobre quien es más grande y miles de ocurrencias a la bilbaína. Respondiendo a la pregunta de si intentan convertir al realismo a los zurigorris de su alrededor, Roberto e Iñigo se muestran tajantes: “Nosotros no queremos al enemigo en casa”. Al otro lado de la mesa, Mauge se resigna en lo bajito, afirmando que ella ya lo tiene. Pero los tres integrantes de la peña coinciden en calificar la relación con el vecino como tranquila, y que ambas aficiones son envidiables.
Bizkaia Txuriurdin se formó en 2014, cuando un grupo de socios de la Real que viajaban cada finde a Anoeta en el autobús que va de Bilbao a San Sebastián decidieron juntarse. “A base de ir a Anoeta, nos dimos cuenta que éramos muchos socios y decidimos juntarnos para crear una peña”, señala Iñigo Arizkorreta. El autobús de la peña recorre actualmente la mayoría de localidades vizcaínas para recoger a los socios y llevarlos hasta el estadio. Cuando la Real juega fuera, se juntan en el txoko para sufrir todos juntos ante el monitor. La peña cuenta en la actualidad con 36 socios oficiales, aunque son muchos más los que se hacen ver por todos los campos allá por donde viaja el equipo. Vigo, Las Palmas de Gran Canaria, Manchester… Bizkaia se queda pequeña para esta peña, que asegura que nunca fallará en aquellos sitios donde juegue la Real y se coma bien.
Todos los derbis son una oportunidad para redimirse de toda burla, pero las miradas están puestas en la eterna final de copa. El de esta semana no es más que el aperitivo para la gran final de Abril, aunque sea una final tardía. Bizkaia Txuriurdin tenía ya organizado el viaje a Sevilla. “Íbamos a ir todos o casi todos”, señala Roberto. La celebración por Sevilla iba a ser “mundial” si la Real levantaba la copa, y perder no entraba, ni entra, en los planes de nadie, sentencian todos entre risas. El derbi de esta semana será el primero en muchos años en el que no haya ningún txuriurdin en las gradas de la catedral. Las últimas derrotas del equipo han bajado los ánimos de cara al partido, pero la fe persiste. “Hay que ir partido a partido, con los pies en el suelo”, “podemos dar un buen susto, pero siempre defendiendo el orgullo”, coinciden Iñigo y Roberto. Confían en que este año el equipo de una alegría de las buenas y quién sabe si con algún que otro título más en la vitrina. Que ya toca.

Vistas de San Mamés a unos pocos metros de la peña realista
Bizkaia Txuriurdin es el ejemplo perfecto de la resistencia. Para un realista, vivir en Bilbao es habitar en la antagonía constante. Pero hacer vida rodeado de tu antítesis resulta toda una experiencia. Aprender de la forma de ver el mundo que tiene el “eterno rival” es sumergirse en otra perspectiva a la que se vive desde lo más profundo de tierras realistas, y pese a ser tan difícil como realista es uno, el resultado es enriquecedor. Aprender del contrario, entender sus ritos, costumbres, sueños y preocupaciones, es entenderse a uno mismo. Muchas son las diferencias entre Real y Athletic, pero a veces se olvida que la misma autopista que separa ambos mundos, es la misma que la une. Rojo y azul son dos formas totalmente opuestas de ver el fútbol, pero al fin y al cabo, también son dos maneras de darle color a esto que llamamos vida. Por San Mamés y por Anoeta, por la Virgen del Coro y por la de Begoña. Que tan sólo nos separe el fútbol. Y que siempre gane la Real.