El fútbol a veces es un deporte de mierda. Perdón por mi abrupto vocabulario, pero es como mejor define muchas veces a este maravilloso deporte. Muchas veces el azar es caprichoso a la par que cruel. No hay mejor partido para definir lo que es el fútbol que el Watford – Leicester del año 2013.
Vuelta de semifinales de playoffs de ascenso a Premier League. En la ida ganó el Leicester City 1-0 y en el descuento del partido de vuelta, el 2-1 rondaba en el marcador. El gol fuera de casa le daba el pase a la final a los foxes y para colmo del Watford, el árbitro señalo penalti a favor del Leicester. Todo parecía perdido para los de Vicarage Road. Anthony Knockaert tenía en sus botas la oportunidad de finiquitar el pase a la final por el ascenso a primera división, pero un enorme Almunia detuvo la pena máxima. A la salida en busca de un gol desesperado que le diese la vuelta a la eliminatoria, el Watford montó un contraataque espectacular para que Troy Deeney empalase una volea de ensueño al fondo de las mallas. El Leicester pasó de estar más cerca que nunca de la final a quedarse fuera. El fútbol fue tremendamente injusto con ese equipo que mereció ascender ese mismo año. Pues bien, ese mismo Leicester ascendería al año siguiente y dos años más tarde alzaría el título de la Premier League a los cielos de su humilde ciudad.
Obviamente, es un caso muy aislado, pero define muy bien el cómo funciona a veces la justicia cósmica en el mundo del fútbol. Es como ha funcionado, en menor medida y salvando las distancias, la justicia con la Real Sociedad esta atípica temporada 2019-20. Tras practicar un juego de ensueño y clasificarse para la final de copa 32 años después, la marea txuri urdin se vio frenada por una pandemia global. Solo algo así podría retener lo que el club donostiarra estaba fraguando esta temporada. Pero somos de la Real, sabemos que aunque todo vaya fino como la seda, siempre habrá algo que se pueda torcer en cualquier momento.
El gol de Januzaj en el Metropolitano a falta de ocho minutos del final sumado a los dos goles anulados y el larguero del Getafe son la definición perfecta de que, en ocasiones, el fútbol es justo. Y sí, el fútbol se portó bien con la Real porque así tenía que ser. Ningún equipo se merecía ese pase europeo más que la Real. Por lo que dar las gracias al dios, ente o energía que veló por nosotros. Te debemos una de bravas en la meji, cuando vuelvas a Donostia nos pegas un toque y quedamos.