Desde que Mikel Oyarzabal llegó al primer equipo las expectativas con él han sido altísimas. Su buena primera temporada, donde en menos de 17 partidos metió seis goles y dio una asistencia, puso las expectativas prácticamente en el cielo de forma totalmente justificada.
Con el paso de los años, el ya capitán de la Real Sociedad ha cumplido con las esperanzas puestas en su figura. Después de una temporada de aclimatación donde anotó dos goles y dio siete asistencias en 30 partidos. Mikel Oyarzabal puso su nombre en boca de todos, y en las convocatorias de la selección española, con dos temporadas en las que anotó 14 goles y dio 6 asistencias en la 2017/2018; y 13 goles y 2 asistencias en la 2018/2019. Cifras muy buenas, más si tenemos en cuenta que no es delantero centro y que el equipo terminó décimo segundo y noveno, respectivamente.
Sin embargo, en los últimos tiempos hemos podido ver a un Oyarzabal diferente, al menos en cuanto a actitud. Un Oyarzabal más apático, menos influyente en el juego del equipo. ¿Qué está pasando con Mikel Oyarzabal?
Si miramos sus cifras, esta temporada está anotando al ritmo de otros años (0’36 goles por partido), y asistiendo más que nunca (0’2 asistencias por partido), su mejor registro de asistencias sin contar la temporada 16/17, donde daba 0’23 asistencias por partido. Todo ello sin contar los pases clave que da por partido, 1’2 por partido, de los que, por desgracia, no se aprovechan todos.
Viendo esto, sumado además a que completa 2’1 regates por partido y provoca 1’6 faltas a favor por partido, cayendo únicamente 0’4 veces en Fuera de Juego por partido. Podemos concluir que la temporada de Mikel Oyarzabal está siendo buena, bastante buena. Aun así, cada partido que vemos del joven Eibarrés, lo vemos más fundido físicamente, con menos influencia (de la que se nota en el partido y quizá no en las estadísticas) en el juego, y bastante desesperado.
En un primer momento, todos asociábamos esto con el cansancio. Pero, después de dos meses de parón, y a pesar de haber marcado en el regreso contra Osasuna, Mikel Oyarzabal parece igual de perdido y desconectado, y ya no podemos achacarlo al cansancio.
¿Dónde está el problema entonces?
El problema de Oyarzabal está en que muchos, entre los que me incluyo, hemos creído y creemos que es un jugador diferente a lo que realmente es. Mikel no puede serlo todo, y la posición en la que juega influye, y mucho, en su rendimiento. Esta temporada ha jugado 12 partidos como Extremo Izquierdo o como Delantero Centro (Datos de Whoscored), en los que ha anotado 7 goles y ha dado 4 asistencias.
En cambio, ha jugado 21 partidos más atrasado (cayendo más a recibir y construir), en los que ha anotado 4 goles y ha dado 3 asistencias.
La diferencia estadística es obvia y, aunque muchos pensásemos que Oyarzabal podía, y tenía, que hacerlo todo, va quedando claro que Mikel Oyarzabal tiene que jugar arriba, buscando los espacios, tirando desmarques y aprovechando los balones que pueden filtrar tanto Mikel Merino como, sobre todo, Martin Odegaard (y el mejor ejemplo es aquel gol que anotó Mikel contra el Alavés en la primera vuelta).
Así, el eibarrés estaría siempre cerca de la portería rival, teniendo que aprovechar su velocidad y tocando el balón para acciones clave, anotar o asistir. Además, así Mikel sería la punta de lanza de la presión del equipo, que con su físico y carácter añadiría un plus más a su ya amplia gama de características.
El problema es que en esta Real Sociedad, y sobre todo en la Real Sociedad de la vuelta del parón donde nada sale, Mikel tiene que bajar a recibir, ayudar a construir, caer por dentro, y hacer cosas que si bien puede hacer, lo alejan de su zona predilecta y, por tanto, reducen su influencia en el juego, e incluso empeoran su acierto en los últimos metros, pues cuantos más metros realices, más cansado llegas a la acción clave.
Cuanto peor esté la Real Sociedad, y cuantos menos balones reciba Oyarzabal dentro, o cerca del área, peor será para ambos y, por tanto, para todos nosotros. La clave está en conseguir que tenga que involucrarse lo menos posible en la creación de la jugada y pueda estar más involucrado en la finalización de la misma. Esto, con Merino y Odegaard por detrás debería ser sencillo, pero por desgracia estamos viendo como tras el COVID no es así.